En
1979, los alcaldes de Tudela, Arguedas, Valtierra, Cadreita y
Cascante solicitaron detener el proyecto de una central nuclear a
construir en el soto de Vergara, entre Arguedas y Tudela, y la
paralización del Polígono de tiro de las Bardenas en funcionamiento
desde 1951.
Ese
mismo año, y tras el accidente de la central nuclear de Three Mile
Island (Harrisburg, EEUU), el movimiento antinuclear europeo propuso
la convocatoria de movilizaciones descentralizadas unidas a la
celebración del Día Internacional del Medio Ambiente. La Asociación
para la Defensa del Medio Ambiente de la Ribera (ADMAR) y los Comités
Antinucleares de Euskadi se pusieron de acuerdo en convocar en el
Prado de Tudela un acto conjunto, festivo-reivindicativo, el 3 de
junio de 1979.
Todo
transcurría con normalidad hasta que hizo acto de presencia la
Policía en el recinto festivo. Fue en una sentada pacífica de
protesta posterior, en la que participaba Gladys del Estal Ferreño,
cuando el guardia civil José Martínez Salas golpeó con su arma por
detrás a esta joven de 23 años, y una bala atravesó su cabeza. El
agente fue condenado a 18 meses de prisión por “un delito de
imprudencia temeraria con resultado de muerte”.
Incomprensiblemente,
tras ser condenado en el juicio, este guardia primero fue condecorado
en dos ocasiones: en 1982, con la Cruz del Mérito con distintivo
blanco, y en 1992 con la Cruz de la Orden del Mérito Militar, por su
entrega y labor en la Ribera navarra.
El
Ayuntamiento de Tudela exigió en dos pronunciamientos unánimes de
sus 21 ediles, las dimisiones del ministro del Interior, del
gobernador civil y de los mandos policiales responsables, la retirada
de las FOP (Fuerzas de Orden Público) y la disolución de los
cuerpos represivos, la recuperación para Navarra de las tierras del
polígono de tiro de las Bardenas y la paralización de todos los
planes nucleares. Más de sesenta ayuntamientos se adhirieron a este
pronunciamiento. Nada de eso se cumplió.
Respecto
a las demandas que propulsaron la convocatoria en Tudela de aquella
fiesta-reivindicación, se
logró la paralización de la central nuclear proyectada en Arguedas.
En
palabras de Mario Gaviria en 2017, un año antes de su muerte: “El
sur de Navarra es hoy una potencia agroalimentaria en Europa: con ese
proyecto nuclear hubiese desaparecido todo y hubiese sido una
tragedia. Lo cierto es que allá donde hubo movilizaciones –como en
el valle del Ebro o las provincias vascas- y se supo defender la
tierra, no se atrevieron a construir más centrales. Y, sobre todo,
sentamos las bases para cerrarlas". Es el caso de Deba,
Ea-Ispaster y Lemóniz que nunca llegaron a funcionar.
Otro
poco de presente
Sin
embargo, las reivindicaciones de aquel 3 de junio de 1979 siguen
estando vigentes
Las
aguas del Ebro que riegan las huertas riberas no se libran del
peligro radioactivo, ya que a pesar del cierre de la central nuclear
de Garoña, en el mismo solar de la central se está construyendo una
piscina que almacenará los residuos radioactivos generados en sus
años de funcionamiento. La amenaza y la inseguridad de sufrir un
accidente permanecen cerca.
A
su vez, la exigencia del cierre del polígono de tiro de las Bardenas
no se ha conseguido y hoy los aviones de la OTAN se ejercitan aquí
con fuego real antes de lanzar sus bombas sobre poblaciones en guerra
a lo largo del planeta. En estos 67 años han sido una treintena los
accidentes, los dos últimos en 2015, y son una veintena de pilotos
quienes han muerto en los mismos. Se han hecho muchos actos, marchas
y pronunciamientos desde diversas instancias: el Parlamento de
Navarra se ha posicionado por el desmantelamiento en al menos ocho
ocasiones, el Consistorio de Tudela otras tantas, y ha habido más de
un centenar de posicionamientos municipales de otros ayuntamientos
exigiendo el desmantelamiento del polígono de tiro.
Demandamos
vida, paz y no más guerras.
Y
mucha esperanza
El
recuerdo de Gladys del Estal, una mujer joven que injusta y
paradójicamente murió por defender la vida, nos lleva a reconocer y
profundizar en los valores del ecofeminismo, de una vida al margen de
la energía nuclear y de las armas.
Gladys
es una víctima. Pero no es una víctima de segunda categoría. Sus
familiares y allegados tenemos el derecho a que las máximas
autoridades del Estado reconozcan el daño causado.
El
olvido, el desinterés del estado en reconocer y reparar sus errores
nos mueve a mantener viva su memoria, empañada por falsos
testimonios, injustos veredictos y la connivencia entre los poderes
policial y judicial. Queremos reconocimiento de la injusticia
cometida y reparación de su memoria.
A
Gladys no se le puede devolver la vida, pero sí es posible lograr
los objetivos que llevaron a esta joven a acudir hace 40 años a
Tudela y que le costó su muerte. Quienes apoyamos esta declaración
solicitamos que aunemos las fuerzas y el sentido común para hacer
realidad estas demandas.
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